26 marzo 2010

"No tengo porque darte ningún tipo de explicacion"
Estas palabras retumbaron sobre mi, sí, es verdad, no soy nadie, creí serlo, no lo soy.
Nunca me habías hablado así...
Se me hace un nudo en la garganta al recordarlo, sentí como si me hubieras dicho: que te importa? porque te metes?
Y no es que seas igual que los otros o que hagas lo mismo que me hicieron.
Y es que al final, sí, soy yo, "la loca" "la posesiva" "la celosa". Perdón, pero la verdad es que nunca cambiaré.
Es tan triste y a veces me doy lástima a mí misma, porque conforme pasa el tiempo me doy cuenta que mi entrega es total y me alimento de migajas forzadas.
Ya no quiero decir nada, es solo que... duele, me duele mucho.


Augustino, fue un pequeño capo mafioso en Chicago, pudo formar su propia familia, y siempre tuvo la fama de ser usurero, ambicioso y tacaño a partes iguales. A lo largo de su vida lo demostró en centenares de ocasiones, como cuando permitió que su hijo quedara cojo de por vida solo por no querer pagar el carísimo costo de su tratamiento, a pesar que su condición económica se lo permitía.
Augustino, a los 7 años perdió en una caída uno de sus dientes de leche. No sé si era el pimer diente que perdía, pero sí fue la primera vez que lo visitó "el ratón", y que a cambio de su diente le dejó un cuarto de dólar. A esa corta edad aún no conocía la tacañería y se fundió el cuarto de dólar en una edición de Batman y Robin, de Bob Kane, aunque lo que en realidad quería era un patín rojo de madera que costaba cuatro dólares y que llevaba anhelandolo durante semanas. Eso de "el raton" le dió una macabra idea. Aquella noche, después de la cena, y cuando Augustino ya estaba accostado, Teddy McCullen, el sucio irlandés que vivia en el piso de arriba, comenzó a golpear la puerta a la vez que bramaba y maldecía en forma ininteligible. Acababa de volver a casa y el encontrar las tenazas de su vecinito italiano,ensangrentadas en el pasillo, le había explicado lo ocurrido mucho mejor que los balbuceos de sus hijos gemelos y de un año menos que “Augus”. El irlandés estaba tan furioso que el padre de su localidad tuvo que echar mano de su pistola para convencerle de que se volviese por donde había venido. Por la mañana, cuando la madre de Augustino pasó a levantarle, este despertó emocionado esperando encontrar cuatro dólares bajo su almohada. Cuando levantó el cojín y se encontró de nuevo con los dieciséis dientes que había dejado por la noche se enfureció y fue un ser insoportable durante todo el día, hasta que por la noche encontró los cuatro dólares bajo el almohadón.

- Un momento ¿Le arrancó los dientes a sus vecinos sólo por un patín?
- Con unas tenazas.

- ¡Eso es terrible! ¡Y aun así su padre le dio los cuatro dólares!

- No es tal y como lo estas pensando. También es un ejemplo de justicia y honradez.

- ¿Justicia y honradez?

- Augustino era mayor que sus vecinos. Era más fuerte. Pero ni aun así hubiera podido arrancarles dieciséis dientes a sus vecinos. Según sus cálculos “Augus” no tenía suficientes dientes para alcanzar la cifra de cuatro dólares. Con sus once dientes ni siquiera llegaba a los tres dólares, así que hizo un trato con los gemelos, que deseaban el patín, rojo como el sol al atardecer, casi tanto como él. Cada uno de ellos pondría cinco de sus dientes, y Augustino “el rudo” seis, a cambio de poder guardarlo en su casa. Por eso su padre le puso el dinero bajo la almohada, porque aunque hizo algo terrible,como convencer a sus vecinos para arrancarles los dientes, él también lo hizo: se sacrificó por ello. Y en todo el día no se quejó de dolor de encías, tan sólo de no haber recibido su recompensa.

22 marzo 2010


Demasido pronto, con demasiada delicadeza

a un precio demasiado alto, con demasiada voracidad,

Demasiado.

Son las cinco maneras en que la gula se manifiesta, bien, se esconde, cebando la trampa con una ración más, con la exquisitez cara, al delicioso tentempié entre comidas.
A veces, se anticipa a lo momentos de necesidad; a veces, pide carnes costosas; a veces, exige que la comida esté cocinada con delicadeza ; a veces, pecamos por el mero acaloramiento de un apetito voraz.
¿Acaso el deseo de comer carne cara o de disfrutar de platillos delicados suena a crimen contra Dios, una maldad que nos envía directamente a pasar la eternidad en el tercer círculo de infierno?
Como la lujuria, su hermana, el pecado de gula refleja una constelación de complejas actitudes hacia la confluencia de necesidad y de placer.


No Quiero Olvidar

No quiero perderme en mi mismo laberinto. Las cosas que matan, las cosas que mueren, los días que inventan, las noches que invaden. Muchas cosas que se suceden a lo largo de nuestra vida, a pesar de en muchos casos, hacernos daño o doler porque ya ese instante termino, esas cosas que a veces son lo mismo y a veces no, no queremos olvidar. Otras queremos borrarlas para siempre y están grabadas en nuestras memorias y con su recuerdo nunca deja de existir esa lágrima en la mejilla, que tampoco se olvida. Yo quiero recordar para siempre cada instante, malo, bueno. no quiero olvidar los dias, las horas, los meses, los años. No quiero olvidar que hay mañanas que amanecen mejor, que hay sonrisas con motivos para seguir sonriendo, no quiero olvidar los “porque”, ni los “como” que a diario me pregunto. No quiero olvidar que ciertas miradas con solo ver sus ojos me basta para descifrar que esta pasando, no quiero olvidar, que mi mirada dice siempre algo más. No quiero olvidar que el mundo lo construyo yo cada minuto, y si pierdo un minuto pierdo mi mundo. No quiero olvidar que la risa no siempre es más fácil que el llanto, pero tampoco siempre es más divertida. No quiero olvidar que hay amores que duelen, amores que gozan y otros que ríen. No quiero olvidar algunos besos, algunos lugares, algunas personas. No quiero abandonar los días, las caricias, los perfumes que se siguen sintiendo, los mares de llanto. No quiero algún día olvidar como me sentía en mis cumpleaños de niña, o cuando abría un regalo al lado del arbolito de navidad. No quiero perder mi expresión mirando fuegos artificiales, no quiero nunca nunca perder mi sonrisa de esos momentos. La primera vez que vi la inmensidad del mar y me sentí tan chiquitita, mis muñecas, mis inventos, mis colecciones de miles de cosas diferentes. No quiero olvidar que ame y me amaron, que amo y aman. No quiero olvidarme de que el amor, existe. Y que suele doler mucho más que el desamor en algunas oportunidades. No quiero olvidar los besos que llevo contados. No quiero olvidar mi primer te amo, mi primer adiós. No quiero olvidar los llantos de cada 31 de diciembre. No quiero olvidar las historias, los caminos, los días felices, los días tristes. Las personas que están y las que se fueron, no quiero olvidar a todas aquellas se van a ir. No quiero olvidar, no quiero perder cosas, no quiero algún día dejar de sentir, no quiero que con el paso del tiempo me olvide de disfrutar el día a día. Aquellas tardes jugando en casa. Aquellos momentos, Aquellos años. Aquellos días. Aquella vida. No quiero olvidar que de a poco todo se olvida.